Tras su primera novela escrita a los diecinueve años, Daniel Mella sacudió el avispero literario y después de dos libros más, extrañamente, se llamó a silencio. Diez años más tarde una joven editora de Planeta (¿o una fan devenida en editora?) le propone escribir un libro para ganar dinero. Un libro espiritual, de autoayuda, con visiones universales; esos libros se venden como pan caliente. «Justo a mí», piensa Mella, «que ya no tengo visiones para compartir con nadie». Sin embargo promete pensarlo, porque la editora le gusta, y así surge Visiones para Emma, un viaje personal en el que Mella nos pasea, con maestría, por su educación mormona, los años en Nueva York y sus perturbadores comienzos literarios, que incluyen un encuentro crucial con Mario Levrero.
Como ya tenemos acostumbrados a los lectores, hubo entrevista en 360º con Daniel Mella. El escritor uruguayo y Jere Ponzi hicieron muy buenas migas. Y creemos que también fumaron un poco, porque la entrevista empieza así:
MELLA: —¿Qué estuvimos haciendo en todo este tiempo, entre que dejamos de hablar y ahora volvimos a hablar?
JERE: —Y yo creo que… poner está cámara acá… Tuve que hacer cosas.
MELLA: Ah, es verdad…
Daniel Mella
nació en Montevideo en 1976. Apenas alcanzó la mayoría de edad publicó Pogo, Derretimiento (editada por Orsai en 2018 como debut de la colección Disruptivos) y Noviembre, en rápida sucesión. Luego de una pausa de más de diez años sin escribir, ganó el Premio Bartolomé Hidalgo en dos ocasiones, por su libro de cuentos Lava y por su novela El hermano mayor, que ha sido traducida al inglés y al portugués. Visiones para Emma es su última novela publicada.
Los libros de la «Colección Central» representan el espíritu
de la mítica revista Orsai: lectura entretenida pero nunca frívola; historias fáciles de leer pero que se quedan en la cabeza mucho tiempo. Estos volúmenes tienen algo en común: son libros que sacuden la estantería de tu biblioteca y te hacen querer completar la colección.
Vas a poder participar de reuniones, sorteos, streamings, ficciones sonoras, concursos y, sobre todo, la experiencia única de contar historias sin nadie en el medio.